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La tan ansiada serenata despierta a
infinidad de almas. Las oraciones de los vivos les susurran incitándoles a
despertar por unas cuantas horas de este su sueño eterno, y así festejar de
momento esta fecha tan anhelada.
Un sendero de luces con aroma a ocote les impregna, mientras las voces de los vivos les van señalando el camino donde sus seres queridos les esperan con la venia de un ser inmortal.
Son estas dos noches en las que ambos seres andróginos; la vida y la muerte se entrelazan propiciando un momento tan especial para vivos y muertos. En este cruce de dos estados, no existen reproches que enturbien dicho festejo nombrado por los ancestros de los mexicanos como festejo de día de muertos.
Formadas las almas ya muestran en su mano la vela que se les está ofrendado en tanto ese largo rebaño es custodiado por la muerte ¡que en un infinito listado confirma cuántos de ellos han siendo convocados.
El humo del copal, así como la cruz de cenizas imponentes limpian el camino de malos espectros que pretendan impedir a todas esas almas presentarse ante los vivos sin ningún peligro.
En esta ansiada serenata casi todas las almas despiertan y todas sin excepción regresan, mientras una vieja tradición año con año nuevamente les aprecia.
Su cuerpo espiritual lo fortalecen con sal para que no sea corrompido por entes malignos en sus constantes viajes.
Perros y gatos festejan la llegada con maullidos y ladridos. ¡La vida y la muerte les procuran otorgándoles el estatus de los seres más fieles!
En tal proceso de reunificación ambos eternos, tumbados en esa alfombra de flores de cempasúchil solo observan año tras años la misma escena, mientras degustan chocolate con pan de muerto. En tanto las almas se refrescan con agua para así mitigar su sed debido a ese largo recorrido en el cual procuran mantenerse fortalecidos para su regreso al mictlán.
En este tradicional evento Las flores impregnan delicadamente con su aroma a las ánimas de los niños que son protegidos por la pureza de la flor de nube. El perrito izcuintle, meneando la colita les hace fiesta para que confiados y sin miedo se acerquen a este, su banquete.
Ya la cruz de sal forjada en todo altar libera aquellas ánimas que con lamentaciones fueron encerradas en el purgatorio. ¡En pocas horas son libres de las acciones que les ahogan.
Las ánimas se sientan a descansar en el colorido petate degustando todo lo ofrendado. Con pollo y mole sacian su apetito y beben con moderación el licor de su predilección, recordando poco a poco acontecimientos importantes.
Y antes de preparar su partida a través del espejo observan su mortal imagen que se resguarda en aquellos rústicos portarretratos. Ellos marchan agradecidos de que dentro de los recuerdos de sus seres queridos aun se mantengan vivos.
La muerte y la vida se despiden prometiendo reencontrarse el próximo año. ¡No sin antes admirar una vez más el hermoso papel picado que le nutre con color a ambos estados!. Dentro de sus manos llevan las flores de nubes y calaveritas de azúcar, de amaranto que se les han ofrendado por su apreciable apoyo, para que una vez más el próximo día de muertos sea por ambos honrado.
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