23 ago 2019

Los Girasoles no aman en Invierno

By Hechicero de Dragones
Los Girasoles no aman en Invierno

El invierno ha llegado con tal disfraz de enamorado. Pretencioso te oculta de mí, de la luna y las estrellas; con simulado frenesí su frialdad te abraza no permitiendo a mi mirada percibir más las formas de tu excelsa corola.


Con su gélido aliento pretende opacar a mi cuerpo, pero únicamente por días logra contener la libido de mi fuego. Y ante mi ausencia, dentro de las restantes estaciones vocifera; el ingenuo Sol por fin retornará y no encontrará Girasol al que deba amar.

 

Detrás de su séquito de nubarrones mi pensamiento desespera. ¿Es que acaso no deseo que perezcas?, pero tú, mi dorado Girasol,  aprovechaste mi momentánea ausencia para que Invierno por completo a tu ego enaltezca. Como el ser andrógino que eres, te entusiasma ser deseado, ser admirado y cortejado sobre todos. ¡Y sin más, expones cruelmente el secreto de mi sentimiento ante el gélido beso del señor del hielo! Y desde aquel suceso, tu mirada ya ni me acompaña en cada resurgir de mis mañanas.

 

En cada uno de nuestros sucesivos encuentros postergaste nuestro mágico ritual de apareamiento. Ese, donde la fotosíntesis acortaba la distancia entre tu tallo y mi cálido aliento. Ni siquiera al evocar aquellos recuerdos cuando la calidez de mis caricias  polinizaron tu verde cuerpo, me salva de tus malintencionadas artimañas.


Dentro de mis ausencias, Invierno se expande y soberbio cubre todo lo que su vista percibe. El trae consigo efímeras promesas con las que engancha a todos aquellos seres ególatras y narcisistas. ¡Tú!, fuiste uno de sus más fieles adeptos, ya por la madrugada me rechazabas con el pretexto de que eclipsaba la belleza de tu alma. Día tras día negociabas con el ocaso, para que así te bloqueará de  mis melosos brazos.

 

¿Cómo pude ser tan ingenuo al no percibir desde aquel entonces la conspiración de tu vanidosa belleza, que maliciosa alimento las intenciones de mi álter ego llamado Invierno?

 

Era claro que anhelabas abandonarme  y aprovechaste la oportunidad de escapar de aquel hermoso valle, en donde, mi aliento fortalecía fuertemente a tus débiles raíces. Raíces que debido al efecto de mi ternura, se aferraban profundamente en contra de todo lo que pretendiera arrancarte de mí lecho. ¡por eso y mucho más era por lo que me aborrecias!

 

Fueron dos otoños en los que te vi crecer, en los que tu sonrisa al abrirse reflejaba más y más a la mía. Aun así nunca aceptaste que mi amor se entregaba sin pedirte nada. ¡Estaba tan confiado que alguna vez comprenderías del porque siempre te procuraba!

 

Debido a tu inexperiencia no comprendiste del porque la naturaleza nos unió, del porque mi calor es y era parte esencial de tu secreta belleza y maduración. Y que debido a ese cariño te mantenía en un constante ciclo de renovación, mientras yo despertara sobre tu cielo, tú jamás te marchitarías. Una y otra vez renacerías debido al fuego de mi amor; ¡con dicho pensamiento una que otra vez justificaba los desdenes de  tus hechos!

 

De norte a sur, de este a oeste, debido a la libre propiedad heilotrópica. En todo momento tu corola con voluntad propia me procuraba pese a tu creciente odio.

 

Eras  feliz cuando se presentaba la señora de la oscuridad, que por horas te liberaba de mi constante influencia. Ya recuperado tú curso diurno, sentías plena confianza de codiciar un futuro tan diferente al de tu linaje, conocido como la orden de asterales.


Eso era lo que te mantenía con fuerza. El odio que acrecentabas hacia tu mentor. Siendo cada vez más fuerte en cada inicio y final de toda estación.  Simplemente yo era el obstáculo más grande al no captar la admiración de aquellos que habitan más allá de ese valle, el cual habías denominado tu repulsiva prisión.

 

Ofrendaste a Invierno tus dorados pétalos, esa fue la condición para ser librado de mi presencia. Arrancándote de esta legendaria tierra donde mis rayos mantenían a tu cuerpo enraizado y a disposición de mis candentes labios, fue tu máxima en esta compartida tierra. Invierto, a cambio de cumplir tu capricho, exigió algo más, la dualidad de tu virginidad como máxima garantía. A cambio de ello, tu efímera belleza por siempre eterna mantendrías y tus labios jamás serían profanados por los sofocantes besos de aquellos soles a los que tanto odia tu efímera belleza.

 

¡Y sin más, Invierno de un solo tajo te arranco de mi lado! Seguro de que se ha llevado el motivo por el que brilla mi halo. Y en cada uno de sus retornos jactancioso afirma con hirientes palabras;  “Ya nadie habitará en tu astronómico pecho”.


Son estos los momentos en donde mi conciencia me atormenta con una pregunta trillada y hueca. ¿Acaso has muerto o simplemente tus raíces se aferraron encima de otra tierra o al amparo de otro aliento?

 

¿Oh tal vez sea verdad lo que Invierno cuenta, que en aquel día en el cual te entregaste hurto tu dorado brillo y marchito lentamente tus suaves pétalos, para que nunca jamás tuvieras descendencia y por siempre yo iluminando sufriera!.


Como toda estación él siempre regresa y cada que anhelo saber de ti, el malicioso eclipsa por días a mi entereza. Encerrado dentro de sus nubarrones se jacta de cómo te sedujo, del como tus deseos fueron suyos; de cómo degusto quemar y cortar tus suaves y verdes raíces; del como hurto tu dorado brillo marchitando lentamente a tus suaves pétalos, para que nunca jamás tuvieras descendencia; y por último, como tú, mi amando Girasol bebió de sus fríos labios, mientras la dualidad de tu virginidad se le ofrendaba agradeciéndole la libertad lograda. Ya por último, Invierno cuenta, que mis caricias te asfixiaban, mientras mi sonrisa lentamente te marchitaba.        

            

Invierno luce como tal corona infinidad de trofeos que según obtuvo fácilmente debido a que la tonta vanidad a los seres les condena. El asegura que sabe cómo influenciar los sentimientos de los que con codicia miente al afirmar que pueden amar. Sobre los cielos, soberbio vocifera: ¡El imponente Sol no tiene ya a quien hacerle el amor, debido a que fue rechazado por un simple Girasol! El cual aprovechando su necesidad de cariño le convenció, ¡que los Girasoles aman en invierno y en cualquier otra estación!

 

Sus hermanas las estaciones apenadas se encuentran ya que de boca en boca se han enterado que la orden del Girasol fue extinguida por una malsana pasión y por ello,  el caballero Sol desde aquel trágico momento no sonríe debido que los Girasoles a su vista ya no le inspiran  confianza ni le procuran pasión.

 

¿Huiste por voluntad propia o Invierno con mentiras se aprovechó de tu desesperación? Yo mismo me respondo sin ya justificar tu decisión, sin que mi razón anhele más las migajas de tu compasión.


Sobre los firmamentos mi cuerpo se embellece, ya que tengo la responsabilidad ante múltiples especies.  Y aun, cuando tú, lúgubre Invierno intentas lacerar a mis oídos con esa repetitiva historia,  tus burlas me han fortalecido tanto de que ya no me importa.

 

Ya han pasado tantos siglos y en las sucesivas visitas de la primavera, una vez más ella toca a mi puerta y con la intención de verme sonreír, picará suelta su ya preciada herencia, brindándome un sinfín de incondicionales seres y flores que comprenden el porqué de nuestra mutua asociación, y del porque estaremos unidos hasta que los tiempos extinga mi sonrisa.


Y aunque la futura orden del Girasol con hechos intenta redimirse, convenciéndome de que poseen belleza y sentimiento. Suceda lo que suceda recordaré la máxima regla que tiempo atrás por ceguera ignore; “los Girasoles únicamente aman en invierno, pero no  en ninguna otra estación, debido a que en su momento, cuando fueron creados se les dio la oportunidad de elegir entre belleza y corazón. La naturaleza respeto su elección y de efímera belleza les dotó.

 


©Reservados
“Del corazón a la Luna”

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